Cuando el sacerdote da la absolución, no hay que pensar más que en una cosa: que la sangre del buen Dios corre por nuestra alma lavándola y volviéndola bella como era después del bautismo. (San Juan María Vianney "Cura de Ars")
Y así es, en la confesión hay tanto poder como en un exorcismo, de hecho Dios al perdonarnos a través de sus sacerdotes rompe todos los lazos que podamos tener con el demonio.
Todas las tentaciones que el demonio nos ha puesto y en las que hemos caído dejan de tener influencia sobre nosotros.
Por eso el demonio nos intenta separar siempre del sacramento de la confesión, para mantenernos atados y con pecados que poder presentar en la hora de nuestro juicio.
Confiesen y libérense de la esclavitud del pecado.
Nada como el arrepentimiento sentido y la absolución de los pecados. No olviden hacer penitencia y también si sus pecados son graves, perdonarse a si mismos.
Si Dios los ha perdonado, no quieran retener la culpa.
Perdonense también a si mismos.
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